El proyecto titulado Caminos sin huellas aborda de una forma crítica la problemática realidad de los naufragios a consecuencia de las migraciones en el mundo. Esta realidad afecta a personas que viven en una situación de hambre y miseria, las cuales se ven obligados a emigrar y arriesgar sus vidas (incluso a perderla, en muchos casos), con tal de salir de la situación en que la se encuentran. La fusión de sonido e imagen en Caminos sin huellas, combinados con momentos de alerta y calma que se suceden en el conjunto, tienen como objetivo suscitar una respuesta reflexiva y activa en el espectador.
Esta temática es abordada a través de una videoinstalación sonora en la que se combinan medios tradicionales, como el dibujo con pigmento a gran escala y medios digitales, como el vídeo. El dibujo es utilizado para representar un mar, retratado en gran formato, que abarca el concepto de inmensidad; una vez que te adentras en una barca, te sumerges es una mancha infinita, una inmensidad que rodea al migrante, y que en esta obra, inunda y envuelve al espectador. Las vidas que había en esas barcas se difuminan ante lo infinito, produciéndose una pérdida en el significado de la identidad. Ese punto de luz que recorre el lienzo, refiere a esas vidas minúsculas que navegan sin rumbo y desaparecen en la inmensidad del océano.
Por otro lado, la serenidad plasmada se rompe con audios de gritos y sonidos alarmantes, e imágenes que rompen la composición visual, y que suscitan sentimientos de miedo y alerta en el espectador, sumiéndolo en una inestabilidad y contradicción. Esto representa la paradoja que existe entre la tranquilidad aparente, en comparación con lo que realmente está sucediendo y, ese breve momento de calma que calla gritos ahogados en su adentros.