This must be the place I waited years to leave consiste en una investigación pictórica instalativa sobre la capacidad narrativa de la imagen a través del uso de distintas disciplinas y lenguajes, reformulando sus recursos plásticos como elementos narrativos. Con ello se busca generar un lenguaje basado en el cambio sucesivo de registro visual. El proyecto se articula mediante un recorrido pictórico que funciona en forma de microrrelatos cuyo hilo conductor nace de la necesidad de explorar una incomodidad existencial que nunca había podido disiparse.

Ésta siempre acababa tomando presencia en forma de una constante remisión del pasado, con una tendencia a idealizarlo a consecuencia de la necesidad personal de nostalgia, ese sentimiento sobre «los buenos viejos tiempos». Pero, a la vez en estos sucesos ya acontecidos, solía colarse un resentimiento, un constante deseo de volver sobre los propios pasos hacia sucesos ya acontecidos en los que, sin embargo, se introduce un elemento inquietante: un acontecimiento traumático que provoca que la base de construcción del relato se sitúe en una fantasía atemporal generada por el recuerdo corrupto. Este «culpable» imposible de diseccionar ni de identificar con claridad es lo acabó por denominarse «el trauma».

El extrañamiento y ambigüedad en la memoria personal, sumado a una necesidad de producción desenfrenada en la que canalizar dicha obsesión es la base que da lugar al proyecto. Para abordar esta corrupción se hace uso de la apropiación de elementos pop, recursos clichés y la generación de una serie de personajes que protagonicen estas distintas escenas que giran alrededor de un enigma existencial cuya naturaleza provoca que nunca llegue a poder desvelarse.